jueves, 4 de marzo de 2010

Beneficio sin oficio


A veces la vida me parece un engaño, una trampa para los pobres tontos que se dedican a vivirla, pues golpeados continuamente por ésta, terminan sufiriendo con la existencia no pudiendo ya distinguir ni bien ni mal, deber, placer u obligación. Desorientados buscamos en ella algo que perdido brilla oculto en varias cosas, la felicidad se esconde aparentemente en cada meta, pero es más rápida que nosotros. Y cuando parece que la alcanzamos, vuelve a desaparecer.
La vida en nuestros días se ha complicado mucho, y bajo la capa de maquillaje que esconde un estómago lleno y unos cuantos euros en el bolsillo, encontramos almas demacradas, ojos que ya se han secado de tanto llorar, y corazones que sangran día a día. Me pregunto si habrá un día en el que la Tierra sea un lugar justo para vivir y no un caramelo que hay que aprender a tomar, aprender a pelar, aprender a chupar, por qué simplemente no podemos disfrutarla sin más, como un úlimo día para vivir, o como un último momento para amar todo lo que somos, y no lo que podemos llegar a ser. ¿Por qué nos enseñan a trabajar en lugar de enseñarnos a disfrutar con lo que hacemos? Porque hoy en día lo que cuenta ya no es el oficio, tan sólo el beneficio.