jueves, 1 de octubre de 2009

New York City


Como picas elevadas contra el cielo, clavadas en un telón azul eléctrico manchado de nubes grises rasgan el cielo de antenas oxidadas. Amasijos de ladrillo y vidrio metálico se yerguen de paredes verticales que no son sino una perpendicular al horizonte infinito y prolongado de las calles. Cada noche te coinvertías en un parpadeo eléctrico sobre un telón ahora negro, y algunas sombras se dejaban ver, perdidas y borrachas vagando entre la séptima y la octava, para que al final la luz de la mañana revelara el bullicioso caos que escondes en tus entrañas. Y en el centro de todo la naturaleza encuentra su refugio fuera del hormigón ardiente y de las columnas de humo que se apresuran hacia el cielo. Del asfalto trepa el vapor aprisionado en el subsuelo, calor, taxis amarillos y más luces. Sigo caminando y ante mí se eleva el altar del capitalismo en forma de color y parpadeos eléctricos, postes publicitarios que se mueven sin cesar. En ese altar se permite todo pagando, y todos pretenden estar en él, en el cruce del horror donde las venas de Nueva York se cortan en forma de plaza, es el corazón palpitante de occidente, convertido en números y finanzas. Y es al llegar a este punto cuando te das cuenta de que no eres más que un código de barras, que tu condición de humano aquí no sirve de nada, no eres único, eres uno más vestido por ellos, alimentado por ellos, y cuantos más seamos mayor será la cifra que manejan. Al llegar a Times Square se abrieron mis ojos, contra los escaparates una multitud alborotada se apretaba y en las cajas colas infinitas de gente haciendo turno. Al llegar a Times Square mis ojos se abrieron al darse cuenta de la verdad. Habían estado cerrados mucho tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encantaa!!!!! :D
fd. esteban :)