sábado, 17 de enero de 2009
Camino sin camino I
lunes, 12 de enero de 2009
en... mayo del 2018...
Subía a trompicones por las piedras del Albaycín, el sol brillaba tenue en el horizonte, se oía una guitarra y el murmullo de los turistas en la Plaza de San Nicolás, corrí justo hasta la cruz, y como si de un loco se tratase intentaba encontrarte entre los rostros desconocidos, pero no te veía, quizás te habías olvidado de la fecha o de la hora, o quizás simplemente no querías venir, puede que incluso me hubieras olvidado. Me senté frente a la Alhambra, roja y dorada reflejaba el sol del atardecer. Volví a la cruz, y despidiéndome del paisaje descubrí tu rostro entre la multitud, sentada con los pies colgando, con una larga falda de verde de seda, y una camiseta de colores, con un pañuelo también verde en la cabeza y con unas gafas de pasta, sonreías con el sol dándote en la cara, con esa media sonrisa cálida que tanto me gustaba, también contemplabas la Alhambra. Al acercarme a ti mis ojos sintieron ahogarse, se inundo de nudos mi garganta y mi corazón se aceleró hasta hacerme daño en el pecho, me acerqué a ti y sin decir nada te abracé en silencio. Me miraste con los ojos empañados:
_No quiero que volvamos a separarnos ¿me lo prometes?
_Te lo prometo.
sábado, 10 de enero de 2009
Mañana extraña
Me encontraba en medio de una calle desconocida, despoblada, el polvo y el humo me envolvían y ese olor a metralla y a pólvora que envolvía la escena apenas me dejaba respirar. No dejaba de correr hacia algún lugar que desconocía, era una calle desierta, y de vez en cuando detrás de mí se levantaban columnas de humo y tierra para luego terminar en un estruendo de triste destrucción. Era el sonido de la guerra, me sentía perdido en país desconocido, con gente que nunca había visto, y de repente llegué a algún lugar que no recuerdo, vi algo importante, algo grande, algo así como una revelación que no llego a esclarecer, y entonces abrí los ojos y me encontré en la fría oscuridad, arropado, estaba sólo en un lugar al que hacía tiempo que no volvía, me levanté y me dirigí hacia la ventana, y según subía la persiana me di cuenta de que había algo raro en todo aquello, una luz misteriosa detrás de las verdes cortinas, era una luz mágica que todo lo envolvía, era extraño, como si me hubiera asomado a la proa de un transatlántico y tuviera el océano ante mis ojos, tan inmenso, tan puro, me sentí extrañamente afortunado y me froté los ojos antes de darme cuenta de que en realidad era nieve. Nieve en Aix-en-provence.