sábado, 17 de enero de 2009

Camino sin camino I

Por el sendero íbamos juntos, seguíamos hacia el horizonte por el angosto camino que nacía a nuestros pies, y seguros avanzábamos en una dirección. Éramos felices, sabíamos que no había obstáculos delante. Y la vida era tranquila, y en ese sendero sobrevivimos a tormentas, tempestades, al frío, a la lluvia, al sol y al viento, y crecimos juntos, hasta que un día, entre la niebla y sin querer me salí del sendero, y todo cambió de repente, pues ya no sabía lo que era mi vida, ya no tenía a nadie conocido, me cruzaba con gente, para luego despedirme, ya no sabía quién era. Antes creía que el final del sendero sería el final de todo, de mi vida, pero ahora no lo sabía, ignoraba cuanto me esperaba por vivir. Ahora era un explorador que perdido en su sombra y en sus pasos caminaba, tan solo mis huellas me decían por donde no debería de volver a pasar. Y pasaron los años.

Fue difícil ser libre y estar perdido en medio de la nada, había sido mucho más fácil la vida en el camino, con los demás. Pero poco a poco aprendí a vivir solo, aprendí a defenderme y en los momentos de soledad ya no lloraba, sacaba mi guitarra y cantaba junto a los que me cruzaba fuera del sendero. Aprendí a ser feliz y juré que nunca volvería a seguir un camino, que siempre sería libre, porque seguir un camino significa aceptar muchas cosas malas.

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