sábado, 10 de enero de 2009

Mañana extraña

Me encontraba en medio de una calle desconocida, despoblada, el polvo y el humo me envolvían y ese olor a metralla y a pólvora que envolvía la escena apenas me dejaba respirar. No dejaba de correr hacia algún lugar que desconocía, era una calle desierta, y de vez en cuando detrás de mí se levantaban columnas de humo y tierra para luego terminar en un estruendo de triste destrucción. Era el sonido de la guerra, me sentía perdido en país desconocido, con gente que nunca había visto, y de repente llegué a algún lugar que no recuerdo, vi algo importante, algo grande, algo así como una revelación que no llego a esclarecer, y entonces abrí los ojos y me encontré en la fría oscuridad, arropado, estaba sólo en un lugar al que hacía tiempo que no volvía, me levanté y me dirigí hacia la ventana, y según subía la persiana me di cuenta de que había algo raro en todo aquello, una luz misteriosa detrás de las verdes cortinas, era una luz mágica que todo lo envolvía, era extraño, como si me hubiera asomado a la proa de un transatlántico y tuviera el océano ante mis ojos, tan inmenso, tan puro, me sentí extrañamente afortunado y me froté los ojos antes de darme cuenta de que en realidad era nieve. Nieve en Aix-en-provence.

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