lunes, 28 de marzo de 2011

En la tormenta de la tierra mojada

Como gotas resbalaban en mi tímpano

las notas del eco acústico de las cuerdas frías,

de tambores de instrumentos

que resuenan en la lejanía,

en el yunque un martillazo,

un estribo de algo que diluía

mi conciencia en un éxtasis de placer,

que en liquido sonido parecía

llevarme al infinito,

y en la ceruminosa oscuridad de la habitación

la voz se arrastraba por los agudos vértices del utrículo

que en el vestíbulo de mi conciencia

aguardaba un sentimiento

que afloraba.

Una lengua de órgano desconocidos,

palabras que escapan a mi entendimiento,

que son simple música,

que repiten un mensaje

que inconsciente crepito

en el pabellón de la memoria

que aguarda el silencio de una lluvia

torrencial,

de un cristal fino,

de un verde intenso,

de un olor a ozono humedecido

despierta en la tormenta de la tierra mojada,

se ralentiza,

parece un aullido de tristeza

de su voz resuena hasta el horizonte de estrellas,

de negros cielos de agujeros

donde espera el vacío

la eternidad del sonido

en todas sus formas,

sin partituras ni notas graves,

sólo agudos



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