lunes, 12 de enero de 2009

en... mayo del 2018...

Hay días en los que pienso en mi vida, sentado en el viejo escalón de fría piedra mi mirada se pierde en los recuerdos que pasan por mi mente, recuerdos de viajes, de personas, de los lugares por los que he pasado, y hoy es uno de esos días. Me desperté inquieto pensando en ella, ¿qué sucedía? A qué se debía ese nudo en el estómago. Pasó la mañana y la inquietud dio paso a una sensación de agobio, como cuando tienes un examen o como cuando has hecho algo malo y sientes remordimientos. Pero estaba vez yo no había hecho nada, olvidaba algo importante. Que me perseguía como un murmullo en el viento. Desde que volví a Granada había estado pensando en ti, incluso por las noches soñaba con una calle de parís por la que paseábamos de noche, pero el tiempo había pasado tan deprisa, los días ya se habían convertido en años, las ilusiones en problemas, y nuestros intentos por quedar ahora eran complicadas estratagemas para escabullirnos de nuestra rutina, hacía mucho que no te veía, que no pasábamos una tarde juntos sentados simplemente hablando en un café, hacía tanto que echaba de menos a aquella mente agitada y aquella sonrisa. No recuerdo lo que nos había pasado algún día años atrás, quizás sea el tiempo el que en un cuello de botella ahoga la amistad, el amor y el deseo, quizás todo nace para terminar, y nuestra amistad simplemente terminó ahogada en un vaso de rutina y de obligaciones, cuando crecemos siempre crecen los problemas, y creo que eso fue lo que nos sucedió, que crecimos demasiado. Me dirigía a la oficina de empleo, desaliñado, tosía. Acababa de volver a Granada, hacía justo un año y quince días que no pisaba a España pero había decidido regresar. Solía pensar que vivir en una ciudad extranjera, sólo y sin apenas conocer el idioma era lo que mejor nos ayudaría a conocernos a nosotros mismos, pero no había sido el caso, el que siempre había creído estar seguro de sí mismo se había equivocado, y se había alejado de todo lo que alguna vez tuvo, sus amigos y su familia. Mayo de 2018, quién me iba a decir que la vida pasaba tan rápido, que tan rápido perdíamos la juventud y llegábamos a los trentaipico y todavía esperando. Desalentado caminaba recordando las calles, los lugares por los que hace 11 años había sido feliz con tanta gente. Me senté en un café y saqué la libreta mi vieja libreta de dibujos, con las tapas marrones de cuero y ese olor a goma y grafito que me golpeó al abrirla, estaba llena, llena de una juventud que ya había desaparecido, que se había marchitado. Pasaba las páginas asombrándome de mi mismo: verano de 2008, octubre, noviembre, los viajes en Francia, y el 12 de enero un rostro me devolvió la mirada, era tu dibujo, sentada en una mesa me devolvías la mirada con esos ojos claroscuros de papel, miré la fecha y recordé que aquel dibujo lo había hecho el día de tu cumpleaños, en una de mis tardes estudiando frente a la ventana de mi habitación, en Francia. Te había dedicado una poesía y en la dedicatoria ponía una fecha. El corazón comenzó a latirme rápido y el café se me atragantó, los segundos ahora eran eternos y los minutos insufribles, era el día, y en pocos minutos sería la hora. Había olvidado por completo la fecha y la promesa, demasiados problemas tenía en mi cabeza para recordarlo.
Subía a trompicones por las piedras del Albaycín, el sol brillaba tenue en el horizonte, se oía una guitarra y el murmullo de los turistas en la Plaza de San Nicolás, corrí justo hasta la cruz, y como si de un loco se tratase intentaba encontrarte entre los rostros desconocidos, pero no te veía, quizás te habías olvidado de la fecha o de la hora, o quizás simplemente no querías venir, puede que incluso me hubieras olvidado. Me senté frente a la Alhambra, roja y dorada reflejaba el sol del atardecer. Volví a la cruz, y despidiéndome del paisaje descubrí tu rostro entre la multitud, sentada con los pies colgando, con una larga falda de verde de seda, y una camiseta de colores, con un pañuelo también verde en la cabeza y con unas gafas de pasta, sonreías con el sol dándote en la cara, con esa media sonrisa cálida que tanto me gustaba, también contemplabas la Alhambra. Al acercarme a ti mis ojos sintieron ahogarse, se inundo de nudos mi garganta y mi corazón se aceleró hasta hacerme daño en el pecho, me acerqué a ti y sin decir nada te abracé en silencio. Me miraste con los ojos empañados:
_No quiero que volvamos a separarnos ¿me lo prometes?
_Te lo prometo.

2 comentarios:

Rosana dijo...

llevo llorando 5 miniutos..y leyendolo mas de mil veces...no sé q decirte...te quiero tanto...las palabras sobran contigo y lo sabes

Anónimo dijo...

2018, qué grado de anticipación!
muy bonito Edu, veo que no has perdido la chispa!
noto un ritmo nuevo, puede ser?