La vida se convirtió en una rutina penitente que no acababa, en un montón órdenes y de obligaciones que no quería encarar, ecuaciones que no comprendía. Una mañana me levanté, en silencio la casa me devolvió la mirada, todo estaba pulcro y recogido, en silencio, la ropa planchada y doblada, y un olor a perfume lo inundaba todo, y en ese instante decidí que no quería vivir más, que el momento de morir había llegado. El agua rozó mis labios y de un trago el puñado de pastillas llegó a mi estómago. No tardé mucho en sentir cómo mis músculos se relajaban, mi visión cada vez más borrosa y mis parpados apenas resistían. Hasta que cerré los ojos.
La luz blanca lo inundaba todo, al principio tan solo eso, hasta que supe que me habían llevado a un psiquiátrico, los médicos me dijeron que me quedaba poco tiempo de vida, mi corazón no resistió la sobredosis, ¿años? ¿meses? no, sólo una semana. Pasaron los días, y me di cuenta de que en esas circunstancias no quería morir, no en tan poco tiempo, aún tenía algo pendiente, quería ver el mundo, ver un último amanecer, aún quería querer y ser querida por alguien. Me enamoré. Escapamos una mañana, con miedo y esa emoción que hacía a nuestros corazones latie más rápido, y sentíamos la adrenalina de estar más vivos que nunca. Quise aprovechar cada segundo de los días que me quedaban por delante. Y así lo hice.
Creer que iba a morir me hizo aprovechar los segundos que me quedaban y exprimir cada momento. Cada día se convirtió en un regalo.
Disfrutad de cada segundo.
La luz blanca lo inundaba todo, al principio tan solo eso, hasta que supe que me habían llevado a un psiquiátrico, los médicos me dijeron que me quedaba poco tiempo de vida, mi corazón no resistió la sobredosis, ¿años? ¿meses? no, sólo una semana. Pasaron los días, y me di cuenta de que en esas circunstancias no quería morir, no en tan poco tiempo, aún tenía algo pendiente, quería ver el mundo, ver un último amanecer, aún quería querer y ser querida por alguien. Me enamoré. Escapamos una mañana, con miedo y esa emoción que hacía a nuestros corazones latie más rápido, y sentíamos la adrenalina de estar más vivos que nunca. Quise aprovechar cada segundo de los días que me quedaban por delante. Y así lo hice.
Creer que iba a morir me hizo aprovechar los segundos que me quedaban y exprimir cada momento. Cada día se convirtió en un regalo.
Disfrutad de cada segundo.
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