De color verde tu olor inspiraba en mis noches encerrado, en ese vidrio transparente lo imaginaba tan fresco como el rocío que decantado en los pétalos amanecía en mi mente anclado tu recuerdo, que no me dejaba despertar: ¿cómo sería tu perfume? aun en sueños me acerqué a ti lentamente, y con mis dedos te cogí, tan frágil que me dió miedo el imaginar cómo te rompías en miles de afilados vértices, tras el reflejo acuoso el líquido elixir esperaba escondido ser descubierto, pero una vez que lo hiciera sabía que el hidroxilo de tu esencia te evaporaría como incienso, desaparecerías.
Quería comprobarlo.
Y entre los cristales rotos, al principio, quedó tan solo un charco de acuosa materia, y mientras te contemplaba, triste, desapareciste, poco a poco, y en efluvios ascendentes lo inundaste todo. Aspiré y me transporté a aquel lugar de mi infancia que ya casi había olvidado, verde como la hierba y azul como el mar, corría por una calle de A Coruña, angosta y gris como el cielo de aquel día, y me llevó hasta aquel frasquito de perfume reluciente, que durante años había guardado con recelo, esperando el momento para convertirlo de nuevo en aire. Ya antes lo había intentado, pero no había podido, y siempre te había tapado de nuevo. Esta vez quise liberarte para que en esencia te convirtieras de nuevo.
Para que fueras un recuerdo libre,
para que nunca más estuvieras encerrado en un frasco de cristal.