Siempre me han atraído las culturas diferentes, ver a los turistas e imaginar en qué rincón del mundo harán su vida, descubrir costumbres nuevas, de esas que en un principio no comprendes, y que tras unos ejemplos llegas a respetar. Me gusta viajar, y pensaría que eso es algo que a todo el mundo le gusta hacer de no ser porque hay quien odia los trenes los autobuses y los aviones. Me gusta la sensación de sentirme un extranjero, de que se me permita preguntar, de ir sin prisas, de cometer faltas al hablar y de que me corrijan. Esa sensación de aprender continuamente de los demás, de sentirse un niño pequeño que con ojos como platos descubre el mundo, al fin.
Otra de las pocas cosas que me gustan es escribir, escribo bastante aunque no lo suficiente. Pero escribir es algo que a menudo me frustra: no puedo escribirlo todo, e intentar hacerlo es un error. Mi memoria es horrible, olvido cosas continuamente, y por eso quizás escribir sea la única forma de recordar estos días, de acordarme de cómo soy hoy, y qué me diferencia de ayer y de mañana, porque somos como el viento y como el mar, un día calmados y al siguiente embravecidos. Un día creemos comernos el mundo y otro parece que es el mundo el que nos come.
Espero que en alguna ocasión, en su día a día, recuerden algo de lo que escribo. Eso es lo que me anima a seguir escribiendo.
Un saludo,
Eduardo Luceno